El submarino de Ons


Siempre se ha comentado que en los fondos del Parque Nacional reposa nada menos que un submarino español. Los miembros del Club de Buceo Ons nos interesamos por su historia y la investigamos. Buscamos información en libros y archivos, hablamos con marineros e historiadores y buceamos aquí y allá. Nuestros trabajos se vieron recompensados y, finalmente hallamos sus restos. Pese a lo sorprendente de los hechos, todo fue verdad y es que, a veces, la realidad supera a la ficción.


Sumergible "Archimede"


Construido en Tarento (Italia) en 1933. Con 70’5 m. de largo y 6’87 de ancho, este submarino estaba pensado para pasar largas temporadas en mar abierto, prueba de ello son sus 10.925 kilómetros de autonomía. Estaba armado con 8 tubos lanza-torpedos, 2 cañones de 100 mm. en la cubierta y 2 ametralladoras antiaéreas de 13,2 mm.
Era un sumergible grande y rápido. Su potencia de fuego era tal, que podría hundir a una escuadra entera en cuestión de minutos.


El Archimede en el Astillero, antes de su botadura. Cortesía de Emilio Umbría Cruz
El Archimede en el Astillero, antes de su botadura. Cortesía de Emilio Umbría Cruz

La Guerra Civil bajo el Mar


Al estallar la contienda, casi toda la Armada quedó en manos de la República. Franco se vio obligado a pedir ayuda a Hitler y a Mussolini, que enviaron prontamente buques militares y mercantes para apoyarle. Es en este contexto cuando el español pide sumergibles a sus aliados y solo Mussolini accede a la petición. El Archimede y el Torricelli pasarán a manos españolas.
Para engañar a la opinión internacional, Franco ordena llamarles C-3 y C-5, respectivamente El truco estaba en que ésos eran los nombres de 2 submarinos que habían perdido los republicanos. De esta forma, trataban de hacer creer que habían reflotado los sumergibles y los habían puesto a su servicio. Así Italia no tendría que dar explicaciones.
Durante la contienda el C-3 patrulló el Mediterráneo, hundiendo a 3 mercantes (Granada, Cabo de Palos y Hannah), con un total de 10.300 Toneladas, al petrolero Campero (6.382 Ton) y dañó gravemente al mercante Lena. Todas sus víctimas llevaban material para la República.
Quizá parezcan pocos éxitos para una unidad tan bien armada, pero lo más importante fueron las consecuencias: La República, en vez de usar sus buques de guerra para luchar contra Franco, se vio obligada a destinarlos a proteger mercantes (soviéticos mayormente). Esta estrategia defensiva fue un error, ya que significó el abandono de la lucha naval. Los barcos que abastecían a los franquistas navegaban con total libertad, y los buques de guerra del General cañoneaban continuamente, ya fuese a otros navíos o a objetivos en tierra.
El C-3 (Ex Archimede) pasará a llamarse General Mola, nombre que conservará hasta su final.


El naufragio del General Mola ¡¡¡En Ons el hierro flota!!!


El sumergible siguió prestando servicios en la Armada Española sin novedad. Finalmente, debido a su antigüedad, fue dado de baja en la Armada el 24 de Mayo de 1959. Estaba siendo remolcado desde Cartagena a un puerto del Norte para ser desguazado cuando, el 23 de Diciembre de 1959, estando a la altura de Ons (Ría de Pontevedra), se rompió el cabo del remolque y se estrelló contra la isla. Parecía como un último acto de rebeldía, tratando de escapar a su vil final. Sin embargo el Mola se dio por perdido y sus restos fueron vendidos como chatarra.


Zona en la que reposan los restos del General Mola. No doy la posición exacta para evitar su expolio.
Zona en la que reposan los restos del General Mola. No doy la posición exacta para evitar su expolio.

Es aquí cuando se da un hecho que aún hoy es recordado por los vecinos de Ons: Una empresa de desguaces compró los derechos sobre el sumergible y procedieron a despedazarlo, aprovechando los fines de semana para ir a sus casas junto a sus familias. Amontonaban la chatarra en el muelle, esperando a tener suficiente para poder llenar un barco, y así ahorrar portes. Cuando los de la empresa regresaron un Lunes, se encontraron con el muelle totalmente despejado, no había ni rastro de las planchas de hierro. Los desguazadores acusaron al Gobierno de permitir el hurto y exigieron la devolución del importe de los derechos y una indemnización. La reacción de Franco fue inmediata: envió soldados a Ons quienes, sin ningún miramiento, empezaron a registrar las casas de la isla. Evidentemente apareció la chatarra y se decidió llevar a los vecinos ante un tribunal militar, ya que en todas las casas había piezas del Mola.
Se dice que fue el cura quien organizó la estrategia; consiguió hablar con todos los lugareños y los convenció para que todos declararan lo mismo: ese fin de semana hubo temporal y el mar se llevó la chatarra del muelle; las gentes vieron hierros flotando y, pensando que eran de un buque recién naufragado, se los llevaron a sus casas. La cuestión es que la improvisada idea funcionó y nadie fue encarcelado. Desde entonces, se comenta con sorna que “En Ons o ferro aboia” (En Ons el hierro flota).


45 años después

Los trabajos de desguace finalizaron en 1963 e, inexplicablemente, el Mola cayó en el olvido. Hasta que un buen día los del Club de Buceo Ons nos enteramos de unos rumores que aseguraban que en Ons había un submarino hundido.
Lo primero que hicimos fue buscar en libros de naufragios y de Historia Militar. Por increíble que nos pareciera era cierto, en la isla había naufragado un sumergible, su nombre General Mola. El siguiente paso fue tratar de averiguar el pasado de dicha unidad y tuvimos la suerte, gracias a www.u-historia.com de poder contactar con Emilio Umbría Cruz, una eminencia sobre sumergibles italianos en la Guerra Civil. Nos sorprendimos al saber que no estábamos ante un buque cualquiera, fue el sumergible con más hundimientos de nuestra cruel contienda.
Ya solo quedaba el último paso: bucearlo. Hablamos con los marineros y, poco a poco, lo fuimos situando en el mapa. Para desgracia nuestra no conseguimos un punto exacto, si no un área, por el lado de fuera al Sur de la Freitosa. Habría que barrer el área y tratar de dar con él, en una zona donde el mar golpea fuerte. Lo peor, sin duda, era que todo el mundo insistía en que había sido desguazado del todo, que allí no quedaba nada. Por fortuna, hicimos caso omiso de esas pesimistas afirmaciones.
Aprovechando un día tranquilo, decidimos ir en su búsqueda. Venían con nosotros un par de turistas poco expertos que estaban encantados de poder ver los maravillosos fondos de Ons. Llegamos a la zona y todos nos sorprendimos de lo calmado que estaba el mar. Hicimos dos grupos, para aumentar las posibilidades y nos sumergimos dispuestos a poder tocar aquello que habíamos visto en viejas fotos y libros.



Grupo de “aventureros” que decidieron encontrar los restos del General Mola. De izquierda a derecha, Carlos, Alberto, Rafa, José, Álvaro y, en cuclillas, el autor de estas líneas. Faltan José Benito y Marcos. Obsérvese la leyenda de la camiseta que portan los expedicionarios.

¡¡¡¡¡Lingotes de hierro!!!!!


La tranquilidad del mar era sólo aparente. Por debajo había una corriente de “ida y vuelta” (provocada por las olas al romper y replegarse) y grandes algas lo cubrían casi todo, además, uno de los turistas no iba cómodo y había que vigilarlo.
Los turistas agotaron su aire y el grupo ascendió. Mientras nos dirigíamos a la zódiac de apoyo, emergieron los del otro grupo. Estaban histéricos y no paraban de repetir “¡Lingotes de hierro!”. Todos nos alegramos. Sabíamos que los sumergibles llevaban como lastre lingotes de hierro en el fondo, para mantener la verticalidad. ¡Lo habíamos encontrado!. Nos quedaba muy poco aire y lo normal hubiera sido dejarlo para otro día, pero decidimos volver a bajar y echar un breve vistazo.

Pudimos comprobar que el desguace fue casi completo. La mayoría de los restos eran pequeños hierros deformes y lingotes, decenas de lingotes. Lo único que pudimos reconocer era un tanque de inundación y un trozo de compuerta estanca, el resto estaba destrozado. El escaso aire nos obligó a concluir con nuestra breve visita, así que ascendimos, subimos a la zódiac y regresamos a puerto. Ya en tierra decidimos volver otro día y hacer un minucioso recorrido. Por fin teníamos un punto, ahora quedaba por ver hasta dónde se extendían los restos y tratar de localizar algo que nos indicase donde estaba la proa, la popa y la central. Decidimos que la próxima vez nos separaríamos en varios grupos, cada uno de los cuales tenía un sector adjudicado y exploraríamos un área considerable.


Grupo de lingotes de hierro, tendrán unos 30-40 cm. de largo. La foto está algo movida, disculpas.
Restos de hierro, con algunas piezas de cobre y bronce.
Grupo de lingotes de hierro, tendrán unos 30-40 cm. de largo.
La foto está algo movida, disculpas.
Restos de hierro, con algunas piezas de cobre y bronce.

La semana nos pasó volando, pero el día acordado ya había llegado y nuestras dudas se iban a disipar. Al llegar a puerto, vimos que llovía y que las negras nubes tenían pinta de querer quedarse, sin embargo el mar estaba tranquilo y nadie quería volverse, zarparíamos de todos modos. Una vez llegados al lugar del naufragio, observamos que la mar seguía en calma, así que nos zambullimos y fuimos a explorar, según el plan.
Por desgracia, nuestro sector se acabó pronto y ascendimos para ver qué hacer. Hablamos con los de la zódiac y nos confirmaron que otros grupos también habían finalizado la exploración, los desguazadores habían hecho un buen trabajo.


Trozos de hierro, bronce y cobre bajo unas rocas. Como se puede apreciar, hay corriente.
Botella de aire para soplar lastre y emerger. Nos hizo ilusión encontrarla porque es como una de buceo, pero más grande. Está entre dos rocas y tiene la base rota.
Trozos de hierro, bronce y cobre bajo unas rocas. Como se puede apreciar, hay corriente.
Botella de aire para soplar lastre y emerger. Nos hizo ilusión encontrarla porque es como una de buceo, pero más grande. Está entre dos rocas y tiene la base rota.

Volvimos al pecio y nos fijamos con detalle, tratando de sacar algo en claro y poder orientarnos en aquel caos, cuando apareció un pequeño detalle: Una mecha para explosivos. Eso lo explicaba todo. Para desguazar el sumergible, se usó dinamita. De ahí los restos debajo de pesadas rocas, las planchas de hierro despedazadas y las tuberías retorcidas. Desilusionados, seguimos recorriendo el naufragio, haciendo fotos y vídeo, pero no pudimos determinar en qué parte del submarino estábamos. Al finalizar, unos compañeros nos comentaron que vieron los posibles restos de un tubo lanzatorpedos, pieza curiosa de la que no hay fotos, ya que fue localizada por el grupo que no llevaba cámara.


A modo de informe final

Los restos del sumergible General Mola están destrozados, esparcidos e irreconocibles. La zona del naufragio está muy expuesta y sólo se puede bucear allí unos días al año. Además, al castigarla tanto el mar, allí hay muy poca vida, ni siquiera algas.
Pese a todo, Ons guarda el único pecio visitable de un sumergible español. Y no se trata de un buque cualquiera, estamos hablando de la unidad que más barcos ha hundido en la Historia del Arma Submarina Española que, además, se negó a captar su destino. Es todo un lujo de naufragio.


Texto y fotos: Yago Abilleira Crespo

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